Simbiosis realidad/ficción
El realizador estadounidense, Tom Ford, afamado diseñador de moda, ya nos sorprendió gratamente en el año 2009, con su primera película, Un hombre soltero (A Single Man), basada en la novela homónima de Christopher Isherwood, en donde el actor Colin Firth como profesor universitario, y su íntima amiga, representada por la actriz Julianne Moore, encarnaban, en grandes interpretaciones, a personajes que se enfrentan a un futuro inesperado, incierto y desconcertante. Pero lo que más nos llamó la atención del filme fue su cultivada puesta en escena, la belleza reflejada en estado puro, el cuidado en el manejo de los encuadres, y la serenidad en el pulso narrativo. El resultado de todo ello, esa delicadeza y buen gusto en la elección de cualquier elemento de la obra, desde el maquillaje, la decoración de interiores o la elección de exteriores, no nos transmitieron indiferencia, y nos dejaron con ganas de mucho más.
Hemos tenido que esperar siete años, pero la espera ha valido la pena, porque en esta segunda ocasión, Tom Ford tampoco nos defrauda, y además de volver a acertar en fondo y forma con entornos que le deben ser muy cercanos, se atreve a volver a sus orígenes, al lugar en donde nació y pasó los primeros años de su vida, y se adentra en un viaje por el estado de Texas, un recorrido por su lado más salvaje, destartalado, ruin e incivilizado. Basándose igualmente en una novela, en Tony and Susan de Austin Wright, el realizador bucea en la vida de una mujer de mediana edad, guapa, rica, con éxito profesional y vida matrimonial estable. De improviso, recibe un paquete de su ex-marido, del que se divorció diecinueve años antes, conteniendo el libro que acaba de escribir, titulado Animales nocturnos, y dedicado a ella misma, a Susan. Desde ese momento, el director alternará las escenas que Susan imagina sobre los sucesos que se relatan en la novela, con los flashbacks del pasado de los protagonistas del filme, junto con las correspondientes al momento presente en el que se desarrolla el largometraje.
Con ideas de guion sobresalientes, Tom Ford llega a mostrarnos los hechos acontecidos y que se van sucediendo, recurriendo en muchas ocasiones, únicamente a un ligero apunte, un comentario, una mirada que se detiene apenas un instante…Solo con ello atrapamos todo un universo, y con ese acierto en la contención, se nos aportan el carácter, pasado, errores, aciertos y silencios de nuestros personajes, no precisamente héroes. Estamos ante vidas acomodadas, aunque inquietas, algunas críticas con su confortable actitud vital, frente a un reverso que llegamos a conocer desde la ficción, y no desde la realidad, y aunque todo termine confluyendo en un final cinematográficamente maravilloso, que en nuestra opinión, lo hubiéramos dejado suspendido en plano general, al subrayar en mayor medida los sentimientos y el futuro inmediato, además de los remordimientos por el pasado.
Y ya que hemos hablado del final, saltémonos las reglas de la lógica y continuemos por el principio, con esa colección de obesas vivientes, obras de museo que componen la nueva exposición, gordas que se mueven y danzan mostrando sus pellejos en posturas diversas, un universo de muestra de un mundo consumista que conduce a la deformación, de la que, sin embargo, no parece que las figurantes se avergüencen un ápice de ello.
Contemplamos atónitos un cosmos de mujeres desbordadas por la gula, no ya insensibles, sino orgullosas de sus cuerpos deformes, y que el museo en cuestión, sus dirigentes, y el realizador en particular, consideran atinados para mostrar una modernidad deformada, que entienden digna de exposición. Nos resulta inquietante y turbador que Tom Ford, un profesional que precisamente se caracteriza por su atracción y creación de belleza, comienza su nueva obra con ese desfile de pellejos deformes, probablemente más cercanos a la existencia real que la de nuestra esplendorosa protagonista y su entorno. Ah, y por cierto, echamos en falta entre esas obras dignas de ser mostradas públicamente en una galería, algún que otro miembro perteneciente al género masculino, que entendemos no habría sido difícil de localizar.
La actriz Amy Adams es Susan, en una interpretación que, al igual que en La llegada (Arrival), la película de Denis Villeneuve que acaba de estrenarse, consigue desprender un magnetismo que se impregna y envuelve de la atmósfera creada a su alrededor, despertando en esta ocasión sentimientos mezclados de melancolía, sufrimiento, soledad, y hasta de arrepentimiento. Nos encontramos frente a una actriz muy versátil, que llega a conseguir que interioricemos en nosotros mismos sus propias emociones.
Tom Ford es ambicioso, ¿por qué no?; hay quien diría que pretencioso. Bienvenido sea esa pretenciosidad, que además sabe girar bruscamente su rumbo, y trasladarnos a lugares recónditos y oscuros, en donde todavía impera el ojo por ojo, y no exclusivamente a nivel individual, sino también a escala legal y oficial; aquellas comunidades que aplican, o al menos lo intentan, penas que, como mínimo, igualen el dolor causado a las víctimas de un delito. Estamos hablando de colectividades que en su lenguaje parece que no existen las palabras compasión y perdón, ni que intenten la búsqueda de caminos bien diferentes que lleven a la senda de nuevas oportunidades de redención y socialización. Curiosamente, esas sociedades crueles e implacables, suelen ser las comunidades en donde las religiones cuentan con mayor impacto e influencia entre sus habitantes, esas religiones que hablan de misericordia, del cielo para los desdichados, de amar al prójimo como a uno mismo, incluidos a los enemigos, y que reparten en su ideología, bienaventuranzas a los seres humanos por mansos, pacificadores y generosos.
Tráiler:
No he visto ninguna de las dos obras de T. Ford, tendré que planteármelo. Dices que tienen buenas ideas de guion; en una entrevista él dice lo mismo, que para él el guion es esencial: una elaboración paciente y detallada, allí donde configura casi toda su película. En este sentido, un poco como Hitchcock, parece.
Saludos.
Luis S.
El cine en que vivimos
Es un director muy personal. Si puedes, no te pierdas ambas obras.
Saludos,
Pilar.