En nuestros mundos
Una sencilla propuesta israelí, protagonizada por palestinos, parece que nos ha traído cierto aire fresco en la atonía estival que padecemos. Y lo decimos con doble intención, ya que la agradable visión de Asuntos de familia contrasta con la desagradable experiencia que padecimos el día anterior, cuando acudimos con la máxima ilusión a visionar la que se han atrevido casi a denominar última obra maestra, la película Dunkerque (Dunkirk, 2017), del aclamado realizador Christopher Nolan. Particularmente, este último filme únicamente nos fomentó un tremendo dolor de cabeza. En primer lugar cuenta con una banda sonora insoportable, repetitiva y reiterativa hasta la saciedad, que consigue alejarte definitivamente de la angustia que suponemos que padecerían los reales protagonistas del suceso, en vez de recurrir al silencio como arma desasosegante. Además, nos pareció una película bélica más de aventuras, caracterizada por recurrir a pocos diálogos, que hacen añorar que el largometraje hubiera sido mudo, ante las proclamas patrióticas que se llegan a verter y que producen espanto y vergüenza. Eso sí, nos llevó a la niñez, cuando jugábamos a escondidas en el colegio a “los barquitos” y nos intercambiábamos las aguas, los tocados y los hundidos.
Bueno, nos hemos conseguido desviar del objetivo de este artículo, que no es otro que analizar y destacar favorablemente la película de la directora Maha Haj, en su primer largometraje, inspirado en experiencias propias como palestina residente en Israel. Consiguió la exhibición en Cannes, en su sección Un Certain Regard, y en el Festival de Valladolid, en la de Punto de Encuentro. Con el aparente protagonismo de un matrimonio de la tercera edad que cohabita en comunión con la incomunicación, nos encontramos frente a un filme coral, en donde con sabiduría se muestran retazos de la vida de algunas personas, unidas por vínculos familiares o de amistad.
Se comienza la obra en Nazaret, con esa pareja de ancianos que comparten tiempo y espacio, pero en dimensiones diferentes; y de Nazaret, nos damos una vuelta por la Palestina ocupada o con el derecho de intervención por parte de Israel en el momento en el que le plazca, por Ramala principalmente. Además, no obviamos un viaje a Haifa, un intento de llegar a Jerusalén e incluso nos movemos por Suecia. De un sitio a otro vamos saltando de personaje en personaje, unos seres que viven revueltos pero no unidos. Probablemente, más que de soledades sería conveniente hablar de individualidades. Nos enfrentamos ante personas que viven sumidas en sus propias ocupaciones, mientras que algunas sueñan con aquellos mundos que están al alcance de la mano pero a los que jamás nos ha dejado acercarnos. En cuanto a las dedicaciones, nos referimos a quehaceres que van desde buscar noticias en internet que podría haber contado Félix Rodríguez de la Fuente en sus famosos documentales sobre la naturaleza, la práctica del ganchillo confeccionando ropa de seres queridos o la elaboración de dulces para mujeres diabéticas.
Con planos fijos, cuadriculados, en búsqueda de la simetría del encuadre, la realizadora consigue que nos sintamos hasta rodeados de belleza, a pesar del entorno físico en el que generalmente se desenvuelve la película y el tono naturalista elegido para la fotografía. Además, la directora Maha Haj recurre a elementos inteligentes para plasmar el paso del tiempo. Por ejemplo, ¿cuánto se tarda en terminar un jersey con ganchillo? Pues ese dato marca el transcurso temporal en algún momento, y no esa tontería de 1 día, 1 semana, 3 horas, o algo parecido, por tierra, mar y aire, que parece que ha ingeniado Nolan en su montaje de Dunkerque, perspectiva casi merecedora de un Nobel para algún crítico. Presuntuosidad frente a sencillez. Elijan ustedes. Nosotros ya lo hemos hecho.
Se ha comentado que en Asuntos de familia nos acercamos a retazos de vida que van transcurriendo simultáneamente, compartiendo espacio y tiempo, pero cada uno en la búsqueda de lo suyo: la abuela, la futura madre, la novia despechada…Tantas experiencias es difícil mostrarlas en tan poco tiempo, y además, que resulte atrayente, no queden cojas las personalidades observadas y que, incluso, y ya es difícil, te olvides hasta del frigorífico en que estos meses de verano se convierten las salas de cine. ¿No sería suficiente la conciencia ecológica, o por lo menos la factura mensual en electricidad, para que se moderara el afán de resfriar a los espectadores por parte de loe propietarios?
El largometraje es capaz de regalarnos algunos momentos deliciosos, como aquel en que unos pies callosos pisotean la arena, mientras parece que danzan angelicalmente sobre ese mar tan cercano y tan inalcanzable. ¿Y qué decir de ese baile de tango, por la alegría y libertad que desprende, en contradicción con las circunstancias en que se produce?
Sí, no cabe duda que la película nos ha encandilado, a pesar de estar frente a una obra sencilla, que no indaga en experimentos cinematográficos y que se limita a utilizar con eficacia los medios de los que dispone.Y cuanto más nos detenemos en ella, más conseguimos enternecernos. Con su visión, no piensen sacar nada en claro, la vida no lo hace precisamente, pero puede que disfruten de momentos y situaciones cotidianas cuyo máximo mérito es que son trasladables desde esas zonas ocupadas o sangradas a aquellas otras que se preocupan en ocuparlas o en que dicho estado de asfixia que parece eterna siga existiendo.
Celebramos que últimamente tengamos ocasión de acceder a películas de origen israelí, debido a circunstancias diversas, que nos acercan a aquellas comunidades que pese a la proximidad física que soportan, en realidad los separa el odio infinito. Y también que no olvidemos lugares en donde la falta de libertad de los sometidos es la norma imperante, y bastante tienen con perseverar en la conservación de su propia dignidad. Nos acordamos de Tormenta de Arena (Sufat Chol, 2016), de Elite Zexer, Bar Bahar. Entre dos mundos (Bar bahr, 2016) de Maysaloun Hamoud, Belén (Bethlehem, 2013), del realizador Yuval Adler, o las más lejanas Los limoneros (Etz Limon, 2008), de Eran Riklis o Vals con Bashir (Waltz with Bashir, 2008), del director Ari Folman.
Tráiler:
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