LA COMUNA

Amarga soledad en multitud

Título original: Kollektivet (The Commune) Nacionalidad: Dinamarca Año de producción:  2016 Dirección: Thomas Vinterberg Guion: Tobias Lindholm, Thomas Vinterberg Producción: Zentropa Entertainments Fotografía: Jesper Tøffner Música: Fons Merkies Reparto:  Ulrich Thomsen, Trine Dyrholm, Martha Sofie Wallstrøm Hansen, Helene Reingaard Neumann, Lars Ranthe, Fares Fares, Julie Agnete Vang, Lise Koefoed, Adam Fischer, Magnus Millang, Oliver Methling Søndergaard, Rasmus Lind Rubin, Sebastian Grønnegaard Milbrat Duración: 107 min.Al director danés Thomas Vinterberg, uno de los creadores del Manifiesto Dogma 95, junto con Lars von Trier, movimiento que en sus inicios dirigió sus esfuerzos por recuperar pureza y simplicidad a las películas, es un autor al que recordamos con aprecio, principalmente por sus dos películas más conocidas: Celebración (Festen), del año 1998, y La caza (Jagten), del 2012. Con su nueva propuesta, La comuna, parece que se inspira y motiva en sus propias experiencias, ya que vivió precisamente en una de aquellas comunas que se formaron en la década de los setenta, desde los siete a los diecinueve años.
El filme se sitúa en 1975 en Copenhague (el dato que se nos aporta para su ubicación temporal es el final de la guerra de Vietnam), cuando un matrimonio que lleva quince años juntos y tiene una hija adolescente en común, al heredar una casa de grandes dimensiones al fallecimiento del padre del marido, decide vivir en ella en comunidad, compartiendo gastos y coexistencia con otras personas. En realidad, éste es el continente de la película, pero lo que nos parece, es que sirve como excusa para dificultar y poner mayores trabas que las habituales al verdadero contenido de la obra.

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Paradójicamente, a pesar de que la existencia en ese totum revolotum aparentemente se presenta divertida, repleta de alegrías, de complicidades, compañerismo, democracia, e incluso cooperativismo, no nos llegamos a creer, por lo que vemos en pantalla, y a pesar de las declaraciones del mismo Thomas Vinterberg, que sus recuerdos sean especialmente agradables sobre su particular experiencia de juventud. O hemos visto una obra diferente, o mediante esas escenas de armonía, camaradería o fraternidad, lo que se simula es intentar edulcorar una situación que observamos ácida desde el principio, incluso antes de que problemas reales, habituales en cualquier hábitat humano, se presenten, independientemente de que aparezcan rodeados de la multitud.
Resulta curioso que lo que menos termine interesando sea la vida en la comuna del título, esa denominación que resulta tan llamativa y efectista en épocas actuales, en que dichos microcosmos prácticamente han desaparecido, y lo más análogo que hayan dejado en legado sea el “mundo ocupa”, aunque en realidad, únicamente posean en común el asentarse un grupo humano en el mismo espacio. La forma violenta o ilegal de realizarlo en el segundo supuesto, hace que no podamos mezclarlo en un mismo saco.
La comuna. Foto 3 y 4Thomas Vinterberg, en esta ocasión, ha concluido un largometraje interesante, con altibajos, pero que termina atrayendo, fundamentalmente, por la tensa e insoportable situación que se genera, a cuenta de las consecuencias que se derivan de la vida en la comuna. Las vivencias que se relatan parecen de recorrido temporal corto, que sucede en pocos meses, y se hace con una puesta en escena que se acompaña con la luminosidad del entorno, de los elementos que componen los cuadros, La comuna. Foto 3 fundamentalmente de interiores, acordes con la estética del momento, con cigarillos omnipresentes y su inevitable humo enturbiando el ambiente, o con aquella vestimenta a la que recurrían los “progres” del momento, y en donde no faltan, por supuesto, la profusión de decoración con velas en las estancias.
Aparentemente, los personajes de la película se presentan como libres de prejuicios, dispuestos a enriquecer sus vidas con otras experiencias diferentes, y abiertos a expectativas inesperadas; pero, ¿en qué queda todo eso para el futuro desarrollo personal? Si la ven, comprenderán esa frase que alguien pronuncia en un momento muy sentido, no sensiblero, de que quizá, la “época del amor” se haya acabado, y sería más conveniente alcanzar otra dimensión. En cualquier caso, nosotros nos preguntamos si realmente esa etapa de amor verdaderamente existió, o es un engaño más de nuestra conciencia, que tiende a inclinarse en dulcificar recuerdos, a medida de que el tiempo pasa, y fracasos, errores y decrepitud física se van acumulando. Es una de las reacciones humanas más lógicas que podamos imaginar. ¿Cuales fueron las experiencias reales del director danés en su comuna? ¿Fue esa época “loca, maravillosa y fantástica” que dice recordar? Desde luego, si lo que pretendía era trasladar ese clima que manifiesta rememorar como envidiable, no es precisamente lo que ha conseguido.
Merece especial atención la interpretación de Trine Dyrholm, premiada con el Oso de Plata de Mejor Actriz en la pasada Berlinale, encarnando a Anna, esa mujer entrando en la madurez, que se traslada en taxis, a diferencia de sus compañeros que lo hacen en transporte público, que presenta telediarios en la televisión, y que pretende poner azúcar en una vida amoldada y rutinaria, pero que, a la postre, es engullida por las propias circunstancias.

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Años han pasado de aquellas normas que debían de seguirse por los realizadores que compusieron el Manifiesto Dogma, y muy lejos han quedado sus reglas, entre las que se encontraban, por ejemplo las rígidas normas sobre el sonido, y la música, que en esta ocasión, y en cuanto a esta última, es utilizada por el realizador danés cuándo, dónde, y la que le viene en gana. Nada de todo ello nos importa demasiado, ya que canciones, diálogos o silencios terminan aportando al filme su sentido, por lo menos el que nosotros hemos percibido, y que aunque no se haya alcanzado la maestría de otras obras del autor, te deja con una sensación ambivalente, complacidos por su visionado, y dudando sobre el futuro que nos espera, que precisamente termina de entrar en un nuevo año que no parece traer demasiados vientos a favor. Las utopías e ingenuidades asemejan haberse quedado bien lejos, y de ello no deja de alertar Vinterberg al espectador, consciente de que las mejores intenciones terminan resultando inverosímiles, por imposibles, en una naturaleza humana que difícilmente no acaba ambicionando conseguir, aquello que considera que es mejor o más valioso de lo que ya posee.

Tráiler:

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