La catalana Nely Reguera, tras su paso por el cortometraje y como ayudante de dirección, debuta como realizadora en el largometraje María (y los demás), presentada en la Sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián, en un filme que le ha costado cinco años sacar adelante. María es una treintañera, aspirante a escritora, que ha ocupado su vida en cuidar y preocuparse de su familia, de su padre enfermo y de sus hermanos varones. María es la actriz Bárbara Lennie, y Bárbara Lennie es la película. Ella sostiene todo el peso de la obra con su omnipresente aparición en las escenas, en una lección de naturalidad, espontaneidad y desasosiego por inquietudes vitales. Energía, nerviosismo, entusiasmo y depresión se dan a un tiempo la mano en una interpretación de una mujer en la mediana edad, en una etapa en la que acarrea grandes dosis de incertidumbres personales, profesionales y familiares.
María es el retrato de una fémina insegura y a la vez ilusionada en sus propias capacidades como literata, una joven madura que soporta excesivo peso o esfuerzo por allanar y simplificar la vida de las personas que le rodean y quiere. Estamos hablando de aquel sacrificio del que por generosidad y altruismo únicamente, no realizaría la mayoría de especímenes humanos. María no solo se ocupa sino también se preocupa; no se limita a permanecer en la superficie de los problemas sino que intenta bucear en sus implicaciones y repercusiones.
La directora Nely Reguera nos sorprende muy gratamente con esta honesta y desenvuelta ópera prima, acogida con agrado por el público en el certamen donostiarra, en una obra que no decae a lo largo de sus noventa minutos aproximados de metraje, recurriendo a un montaje ágil pero no precipitado, con unos diálogos y reuniones que inciden en lugares comunes de cualquier familia de clase media española, incluyendo por cierto en el paquete la comida, sin eliminar croquetas, ensaladillas o tortillas de patata. En ese entorno alcanzan importancia las inquietudes de jóvenes en proceso de elaboración de su futuro, de elección del lugar en donde desarrollarlo, del cómo, del cuándo, y del con quién. Mientras tanto, se aprovecha la ocasión para lanzar algunas pinceladas muy acertadas sobre el oportunismo y real calidad de los lanzamientos y éxitos editoriales, del sentimiento de envidia o desesperación que nos asalta ante las vicisitudes de la vida que parecen no depender de nuestro propio esfuerzo, de la alegría por el reencuentro con la tercera o cuarta juventud, acaso esa penúltima oportunidad que ofrece el discurrir vital para disfrutar de los elementos más sencillos del devenir cotidiano. Paradójicamente son los que alcanzan la categoría de mayor atractivo ante la dificultad que impone su acercamiento. Preocupación, angustia, desasosiego, egoísmo, todo ello en la búsqueda de caminos que no van convergiendo con las sendas escudriñadas.
La directora, entre los méritos que ha acumulado en el largometraje María (y los demás), se encuentra el haber encontrado ese tono comedido del drama con dosis de comedia, esa profundidad disfrazada de ligereza. Ironía, humor, aflicción y confusionismo se combinan en su justo término, para sentir y disfrutar por situaciones y personajes con una sonrisa en la boca y un pesar en nuestro interior.
Todo lo antedicho se apoya en una fotografía de tono naturalista, con una cámara que ha sabido destacar y realzar determinados momentos potentes, que resumen y condensan el momento de confusión que atraviesa nuestra protagonista, esos momentos de esfuerzo por avanzar hacia alguna parte, la carrera hacia no se sabe que dirección. Nos estamos refiriendo principalmente a los planos secuencia, y en especial a ese impactante travelling lateral final, que sigue a María por la ciudad gallega en donde se desarrolla el rodaje del filme, dejándonos con un sabor ciertamente agridulce.
Estamos ante una producción pequeña en presupuesto, pero se intuye y se visiona como un trabajo muy cuidado, atento a cualquier mínimo detalle, que ha salido adelante con mucha ilusión y gran energía, y ello se percibe y se agradece, convirtiendo al conjunto de la obra en una grata sorpresa que recomendamos sin ningún titubeo, en cuanto tengan la oportunidad de verla tras su estreno comercial, que con las distribuidoras nunca se sabe; pero eso es otro tema, que seguro que tendrá el importante hueco que se merece en otro artículo. ¿Que pecado han cometido los espectadores para tener que esperar un año con el objeto de conseguir ver estrenada en cines el filme ganador de la Concha de Oro a la Mejor Película de San Sebastián del pasado año, del 2015, la islandesa Sparrows, de Rúnar Rúnarsson, que se estrenó hace escasas semanas? ¿Y habrá suerte y podrán disfrutar de la última ganadora del Festival de Cannes del 2016, I, Daniel Blake, de Ken Loach en fechas próximas, o también tendrá que armarse de paciencia unos cuantos meses para cubrir ese deseo? En fin, el tema no es baladí y precisaría de un detallado estudio de los hechos, de sus causas, propósitos, intereses y consecuencias.
Tráiler:
Grande bárbara como siempre, además compartirá pantalla con Mario Casas en Contratiempo el próximo mes de enero!
Excelente interpretación de Barbara Lennie de ese perfil reconstruido de la solterona resultante de la funcion adjudicada a la hija única entre varones, muy tipica de nuestra geografía- y por ende del contexto gallego. Porque aunque moderna y de clase media, María asume el masoquista papel la resuelve papeletas de «todos los demas». Propios y ajenos, a los que no les duele utilizarla para sus intereses. Desde ese padre que la absorve como cuidadora de su enfermedad hasta prescinde de ella para casarse de nuevo una vez restablecido, hasta el hijo pródigo que vuelve cuando ve la oportunidad de hacerse con el negocio familiar, y el editor que ignora sus dotes de escritora. O el impresentable amigo que solo la utiliza para el sexo.
Esperando que pasara algo y no pasa nada..una pelicula muy sosa y boba..se ve como va a terminar….no sorprende nada…una perdida de tiempo