PREMIOS GOYA 2017

Previsibles y complacientes

Premios Goya 2017. Foto 1

Se celebró la correspondiente ceremonia de concesión de los premios Goya el pasado sábado, 4 de febrero, y se entregaron los galardones de cada categoría, sin mayores sobresaltos, sobre todo si se leen cada uno de los premios en su conjunto, y no individualmente.

Personalmente, considerábamos que entre las cinco películas nominadas para el premio gordo, sobresalían, dentro de una calidad media general muy digna, tres de ellas: Un monstruo viene a verme, Julieta, y Tarde para la ira. No nos ha sorprendido que haya sido la última de ellas la que ha obtenido la de Mejor Película, teniendo en consideración tres circunstancias: la primera, que su director, Raúl Arévalo, es un actor, competía con su ópera prima en la realización, tiene buena acogida entre los miembros integrantes de la profesión, y la mayoría de los votos que deciden los galardones proceden precisamente de actrices o actores; la segunda circunstancia se debe a la “difícil” relación que Pedro Almodóvar ha mantenido con la Academia y sus académicos a lo largo de décadas; y la tercera, en lo referente al “monstruo”, lo difícil que es asumir y premiar obras que parecen venir de fuera, tanto por producción, idioma u origen de sus protagonistas, en vez de privilegiar lo que parece de verdad de “pata negra”. Además, con respecto a esta última película, no aparenta ser políticamente correcto el disfrutar de un filme que te arrastra sin remedio hacia las lágrimas.

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En cualquier caso, si la conciencia de los académicos quedaba un poco dañada al considerar que quizá, solo acaso, no habían sido totalmente justos, ya procuraron compensar esa cierta arbitrariedad con los nueve galardones que consiguió el filme de Juan Antonio Bayona, entre ellos el apreciado de Mejor Director.

Por su parte, Pedro Almodóvar tuvo que conformarse con acompañar a Emma Suárez en la entrega del galardón a Mejor Actriz Protagonista. Sin poner ningún reparo a dicha actriz, bien al contrario, nos parece una excelente profesional que sabe crear papeles que permanecen en nuestra memoria, entre ellas esa Julieta madura, inmersa en una solitaria existencia, en donde los sentimientos de culpabilidad y los golpes del destino le van abocando a la tragedia. Pero también la encontramos excelente protagonizando la última película de Isaki Lacuesta e Isa Campo, La próxima piel, dando vida a Ana, esa madre a la espera de una llegada, mientras el sufrimiento se apodera de su realidad. Y hemos dicho, no inocentemente, la “protagonista” Emma Suárez en la última obra de Lacuesta y Campo. No podemos entender que la Academia acepte la tomadura de pelo de nominarla en el apartado de Mejor Actriz de Reparto. Muchas veces, la avaricia rompe el saco, pero en esta ocasión no ha sido así. Nos hemos quedado con las ganas, aún a costa de la única alegría que le ha llegado de los Goya a Pedro Almodóvar, por su notable y cautivador largometraje, de que el premio a Mejor Actriz se lo otorgaran a Bárbara Lenny por María y los demás. Esta excelente película, dirigida por Nely Reguera, nos sorprendió favorablemente en su estreno en el Festival de San Sebastián, y ya dijimos en su momento, que en este film, la María del título, que precisamente era Bárbara Lenny, era la película, la que sostiene su peso con su caracterización enérgica, natural y espontánea, en una omnipresente aparición.

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También nos quedamos con las ganas de que La Mejor Película Europea la obtuviera el realizador británico Ken Loach,  por Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake), con su entrañable recorrido por las miserias de los servicios sociales británicos, y no el sobrevalorado filme de Paul Verhoeven, Elle, en esa apología del disfrute sexual a través dela violencia física, a pesar de que la encargada de llevarla en pantalla haya sido la actriz francesa Isabelle Huppert, una de las más importantes profesionales que podemos seguir disfrutando en la actualidad. Además, Ken Loach tuvo la amabilidad de alegrarnos con su presencia en la ceremonia.

Sobre el Goya de Honor, recaído el presente año a Ana Belén, aunque por supuesto que no negamos de que nos encontramos ante una gran artista, su presencia en el cine, a lo largo de los años nos parece, cuanto menos irregular, probablemente por causas cuyos orígenes derivan de desigualdades de género, motivo que la misma galardonada ya se encargó de denunciar, dejando claro que su falta de presencia no era por propia iniciativa, sino por falta de propuestas para trabajar en la interpretación. Sin pretender minusvalorar la calidad que desprende esta mujer en todas las facetas artísticas en que interviene, no dejamos de pensar en algún que otro profesional de la cinematografía de gran calado, que no ha recibido reconocimiento alguno  hasta la fecha por parte de la Academia, y que, cuando ya no estén entre nosotros, nos acordaremos con tristeza que jamás tuvieron la fortuna de sostener entre sus manos ese horrible “cabezón”.

Por lo demás, mostrar nuestra disconformidad por la obtención del premio a Mejor Actor Revelación  a Carlos Santos como Luis Roldán, en una interpretación abúlica y carente de veracidad,  que consigue ser engullida por los magníficos actores que le rodean, entre ellos Eduard Fernández, José Coronado, Marta Etura o Luis Callejo.

Y acordarnos también de películas españolas producidas durante el año pasado, total o casi totalmente despreciadas por las nominaciones, en algunas desconocemos las causas, y en otras nos las imaginamos (léase las potencias de las productoras o los idiomas o lugares en donde se desarrollan). Un recuerdo hacia La muerte de Luis XIV (La Mort de Louis XIV) , de Albert Serra, Callback, de Carles Torras, La madre, de Alberto Morais, El faro de las orcas, de Gerardo Olivares, La próxima piel (La propera pell), de Isaki Lacuesta e Isa Campo, o alguna comedia, sí, también se han producido comedias con mucha frescura, como La noche que mi madre mató a mi padre, de Inés París.

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Para acabar, no queremos dejar de constatar, como ya han hecho algunas y algunos, y se ha adelantado con el ejemplo de Ana Belén, la poca presencia que sigue teniendo la mujer en los puestos de importancia. Además de resultarles más difícil encontrar papeles, empeorado el asunto si se suma la edad, y con el añadido de cobrar menos que los hombres por el mismo trabajo, seguimos contando para los reconocimientos no expresamente otorgados a las mujeres, con prácticamente ningún hueco, ni siquiera por aquello de las apariencias. ¿Qué tal un sistema de cuotas mínimas para nominadas en femenino en los galardones del próximo año? Por algún sitio se tiene que empezar, aunque sea por el final.

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