Ejercicio arrollador
La película danesa The Guilty, del director sueco Gustav Möller, se caracteriza fundamentalmente por la potencia de su guion. Con su primer largometraje se adentra en una película de intriga y suspense. Deja al protagonista, al policía Asger Holm, en funciones de asistencia a llamadas de emergencia, como único personaje en pantalla. El filme no se desarrolla en un solo plano secuencia, pero sí que podríamos hablar de que el tiempo real en el que se contempla corresponde al diegético. Se dan la mano los hechos desarrollados y su plasmación en pantalla. Ochenta y cinco minutos de pesadumbre y angustia. Además, no abandonamos estancias policiales, apenas dos habitaciones, en ningún instante. Y el primer plano lo ocupa siempre el protagonista, un extraordinario Kakob Cedergren. A lo largo del largometraje completo, además del mencionado Asger Holm, únicamente podremos visualizar a un par de compañeros de trabajo. Los demás personajes, solo se harán presentes por medio de sus voces o sonidos, a través de teléfonos fijos y preferentemente móviles.
Asger Holm está acabando su jornada laboral y asemeja ya impaciente en que termine su turno. Al parecer, por algunos comentarios, deducimos que se encuentra en una situación profesional degradada, o cuanto menos sospechosa. Ha sido trasladado a esos servicios de emergencia como medida preventiva, a la espera de un juicio. Pero Asger es un policía al que le gusta pisar la calle y el asunto de recibir “llamaditas” de socorro parece que no le entusiasme. Tras conversar con un drogadicto con problemas de respiración y recibir la denuncia de un robo por parte de un sujeto que acababa de contratar los servicios de una prostituta, recibe con inquietud un nuevo reclamo. Una señora intenta apelar al auxilio de los agentes, procurando que su acompañante no se percate de los destinatarios de la llamada. Los hechos están sacados de acontecimientos reales, de una auténtica petición de socorro por una mujer que afirmaba que había sido víctima de un secuestro.
Con esos antecedentes, los giros de guion se irán sucediendo, mientras Asger Holm procurará seguir el rastro de esa mujer, recurriendo a cualquier indicio que le lleve a su localización física, a lo que dejó atrás y a lo que se encuentra con ella. El filme, con esta sencilla idea original y sobria puesta en escena, tiene el mérito de mantener la atención del espectador, sin cambio de localización ni de protagonista visual. Estos son sus grandes méritos. El único inconveniente que podemos encontrar es que esta película ya la hemos visto. Concretamente en Buried (Enterrado, 2010), del realizador español Rodrigo Cortés. En ella, un contratista civil en Irak es secuestrado y enterrado vivo. Solo dispone de un móvil y un mechero. En la de Cortés, se conseguía transmitir mayor tensión por una sencilla circunstancia: aquel que se “comía” la pantalla era la misma persona sometida a la situación crítica. Se convertía, en consecuencia, en el reverso de la película danesa. En esta última, a quien vemos constantemente en las escenas es al policía que intenta resolver el incidente. Este hombre es el que se apodera en exclusiva de las imágenes. En cualquier caso, en el filme del sueco Gustav Möller se alcanza igualmente mantener la tensión a lo largo de todo el largometraje.
Acaso puedan discutirse ciertas sorpresas finales, que por momentos alivian la angustia y ansiedad que provocan la evolución de acontecimientos. Vamos viendo, entre conversaciones telefónicas, llamadas que aterrorizan, existencias rotas y además, desequilibradas. También, aprovechando las mismas, se consigue dibujar el retrato del policía protagonista, muy diligente en el caso en el que se centra el filme, aunque no precisamente sutil y atinado como sicólogo en atención de posibles víctimas y verdugos.
Toda la película se desarrolla en apenas hora y media, en un lapsus de tiempo nocturno en el que cualquier existencia puede quedarse por el camino, a menos que se actúe con rapidez, inteligencia y eficacia. En realidad, podríamos encontrarnos ante un serial radiofónico, que prescinde de cualquier imagen para conformar la historia. Pero claro, entonces ya no estaríamos analizando cine. Y sí, nos enfrentamos con una obra cinematográfica a la que agradecemos el riesgo por la experimentación (aunque no novedosa, ya decimos; pero a estas alturas, a cualquier intento de novedad es posible endosarle un referente). En definitiva, The Guilty obtiene resultados muy interesantes con un personaje, una localización y muchas voces. ¿Fácil? En absoluto. Un trabajo arriesgado que logra generar incertidumbre y nerviosismo, sin que desmerezcan los resultados finales. Muy meritorio y digno de agradecimiento para el público que busque salidas a caminos trillados.
Igualmente, al no mostrarse nada de lo que va sucediendo en las afueras de comisaría, logra despertar y también acelerar la imaginación del espectador. Y cada cuál recreará en su mente de una forma diferente ese coche, esa casa, esa niña, esa mujer espantada. Un magnífico ejercicio para que el receptor de una obra no se convierta exclusivamente en un ser pasivo. Debe colaborar, sí o sí, en la definitiva conformación del conjunto.
Tráiler:
La película es, ciertamente, un gran thriller, pero tambien es algo mas. El espectador va construyendo en su mente la historia que no ve ni verá. Pero la película da un giro que obliga al espectador a recomponer la historia, y otro giro más adelante que da sentido al título «Culpables». ¿Donde está la autoridad moral para atribuir culpabilidades? Toca rehacer toda la historia, recrear personajes y quedarse con no pocas incertidumbres. Como la vida misma, que diriamos.