Desbordados por lo desconocido
El director valenciano Paco Plaza es conocido en el mundo cinematográfico perteneciente al género de terror, en especial por su creación de la trilogía REC (2007, 2009 y 2012). En esta ocasión, también repite con ese mismo registro, en la que consideramos que se alza como su mejor obra, un excelente filme fundado en fenómenos paranormales. La película está basada en un hecho real ocurrido en Madrid, en el barrio de Vallecas, a principios de los años 90. En realidad y siendo más precisos, sus referentes se sitúan en dos casos documentados en dichas fechas en la citada ciudad. El primero de ellos, el ya referido de Vallecas, expediente de la joven adolescente Estefanía Gutiérrez Lázaro. El segundo, se trata del llamado Embajadores, en el que dentro del domicilio de una familia que residía en dicha calle empiezan a notarse presencias inexplicables. En ambos acontecimientos, los hechos se originaron, según relataron los afectados, tras una sesión de ouija.
El largometraje de Paco Plaza se sitúa en junio de 1991, a lo largo de tres intensos días. Verónica, la protagonista, que además de dar el título al filme lo acapara con una magnífica interpretación de la debutante Sandra Escacena, es una joven de 15 años, con tres hermanos pequeños casi a su completo cuidado. Y ello es así porque a la madre, interpretada por Ana Torrent, apenas le queda tiempo para cuidar de sus hijos, demasiado ocupada por su trabajo en un bar al objeto de sacar adelante a la familia. Un maldito jueves, Verónica y dos compañeras de colegio deciden experimentar con el juego de la ouija, esto es, intentar la invocación de espíritus ocultos mediante la utilización de determinados elementos como un tablero, un vaso, objetos personales de las personas fallecidas con cuyas almas se pretende contactar, velas, oscuridad…Y a partir de ese instante, lo inexplicable hace presencia hasta apoderarse de la trama y de nuestros personajes.
Estamos ante una puesta en escena excelente. Hasta el mismo nombre de la protagonista no está elegido al azar, puesto que coincide con el universo paranormal denominado “Fantasma del espejo” y que se corresponde con una presencia sobrenatural que aparecería al ser invocada frente al mismo. El realizador recrea la época de forma espléndida. No falta el colegio de monjas con velo (por cierto, al parecer ello no ofende ni representa símbolo de sumisión al varón en la religión católica para la mayoría, y en cambio, despierta muchas suspicacias en la musulmana…); pues sí, volviendo a la película, presenciamos religiosas todavía con velo aunque ya la mayoría más ligeritas de hábito, junto con una banda sonora protagonizada por Héroes del silencio. Además, tampoco falta ese bar de tapas cutre repleto de aficionados exaltados del equipo de fútbol de la zona, establecimiento que se reconoce y hasta se huele.
No somos expertos ni nos interesa en demasía el asunto de las ciencias ocultas, los comportamientos paranormales, los exorcismos o cualquier circunstancia que pretenda establecer contacto entre vida y muerte. Pero la obra consigue que nos metamos en esos mundos de la mano de Verónica, y padezcamos con ella en su angustia, soledad, terror e instinto de protección. También tiene el mérito de que lleguemos a odiar a aquellos que se consideran amigos, y por supuesto nos fallan cuando se les necesita. Incluso terminamos por empatizar con los que creen tener ciertas percepciones extrasensoriales que la generalidad no apreciamos, aunque porten no solo el velo, sino el equipo al completo.
Nos encontramos con un filme que activa con eficacia los roles del género: golpes, sustos inesperados, incertidumbre y desconcierto. Tampoco faltan otros efectos sonoros y movimientos de cámara bruscos. Sobre los desplazamientos visuales, entendemos muy acertados los circulares. También destacaríamos las ralentizaciones de imagen o la red de edificios presentados como verdaderos bloques de ladrillos. Paco Plaza logra hacer creíble lo increíble, acierto que no hemos querido dejar pasar en este blog. Por cierto, muy atinado el momento de tensión que se crea combinando el juego que desencadena los acontecimientos con un eclipse solar.
Celebramos el homenaje que se ofrece al magnífico profesional Narciso Ibáñez Serrador y su importante contribución al cine fantástico y de terror. Acuérdense de aquel espeluznante filme de 1976, ¿Quién puede matar a un niño? del realizador español, ya que el largometraje de Plaza no se olvida del mismo en la película que se exhibe en Verónica en la televisión, un verdadero guiño al cine espacialmente más cercano, ya que los ejemplos exteriores podrían haber sido muy apetitosos. Doble acierto, cuando nos situamos en el mundo infantil, o aquel que se resiste a dar el paso a la adolescencia.
El director consigue recrear un universo que reconocemos propio, dentro de un género que tenemos catalogado como ajeno. Independientemente de la circunstancia de estar basado en expedientes policiales reales, los recursos exprimidos por el filme nos involucran de lleno en las imágenes y en la pesadumbre que se va atravesando en esa lucha frente a lo desconocido. Y no queremos acabar sin hacer una mención especial a la inolvidable Ana Torrent, la madre de Verónica, que aunque con poco peso en la película, todavía tiene el enigmático encanto, a pesar de las décadas transcurridas, de evocarnos a aquella niña de El espíritu de la colmena de Víctor Erice (1973), esa chiquilla de enormes ojos negros aterrorizados, mientras el monstruo de Frankenstein hacía de las suyas.
Tráiler:
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