LA HABITACIÓN

Y después, qué…

Título original: Room Nacionalidad: Irlanda Año de producción:  2015 Dirección: Lenny Abrahamson Guion:  Emma Donoghue Producción: Film 4/Irish Film Board/Element Pictures Fotografía: Danny Cohen Música: Stephen Rennicks Reparto: Brie Larson. Jacob Tremblay. Joan Allen. William H. Macy. Sean Bridgers. Tom McCamus. Megan Park. Amanda Brugel Duración: 118 min.

El realizador irlandés, Lenny Abrahamson, con una dilatada carrera, en la que destaca por sus largometrajes Adam & Paul (2004), Garage (2007), o  What Richard Did (2012), nos sorprende ahora con La habitación, una película ambientada en una historia real y basada en una novela de la también irlandesa, Emma Donoghue. Entre las recientes propuestas sobre abusos sexuales, maltratos continuados y detenciones ilegales, la película nos ha recordado, en su temática, a la reciente obra de 2014, del canadiense Atom Egoyan, Cautivos (The Captive).

Jack cumple cinco años. Desde su primer día en este mundo, vive enclaustrado en una pequeña caseta, junto con su madre,  “Ma”, la cual fue secuestrada y encerrada en el lugar aproximadamente dos años antes del nacimiento del menor. No conoce otro universo y su progenitora le ha inducido a creer que detrás de las paredes de donde están ubicados no hay nada, es el espacio exterior, el vacío. Poseen una televisión , y las personas que aparecen en pantalla no las tomamos como reales, son  ficción, pura imaginación, no poseen dimensión y existencia, ni siquiera el perro de fantasía que hemos inventado, Lucky. La realidad queda circunscrita a los objetos, que a través de la magia, el viejo Nick les trae del exterior, la ropa, la comida, todas esos utensilios necesarios para la mera subsistencia que Nick nos consigue milagrosamente, aunque nos ignore y al que debemos de evitar y desaparecer en su presencia, aunque sea escondiéndose dentro de un armario.

the room3La primera mitad de la película se desarrolla en ese habitáculo miserable, teniendo Jack como única compañía a su adorada madre, Joy, la planta en una maceta, que sí es real, el entretenimiento de la televisión, con programas y contenidos virtuales, y disfrutando con los juguetes que ambos van creando, como las serpientes de cáscaras de huevo o cocinando magdalenas, corriendo los escasos metros entre pared y pared, ida y vuelta, ida y vuelta, haciendo gimnasia o leyendo cuentos que también obtiene el viejo Nick. Dentro del horror, esa madre ha sabido  crear un microcosmos en donde el niño lleva una existencia feliz, hasta dichosa con lo que tiene, y nada mejor desea puesto que nada más conoce. Increíblemente, Joy ha conseguido con algunos cuentos, mirando una claraboya y con mucho amor, una infancia feliz para su cautivo hijo.

Esa primera parte en la caseta, desprende horror, y ternura inmensa, imaginación, desesperación contenida y pensamientos desorbitados en busca de alguna salida. Los planos son en corto, no pueden ser de otra manera, del niño Jack, la mamá, la claraboya, la televisión, la bañera, el armario, el ratón (¿es real o no?)…Pero claro, acabamos de cumplir cinco años y las tartas de cumpleaños salen en los programas televisivos con velas. ¿Qué linea divisoria puede establecer un chaval de cinco años en esas circunstancias, para terminar de definir qué es lo real y qué es lo ficticio?

El director, con tino,  nos muestra al monstruo siempre velado, lejano, entre barrotes, casi como un espécimen más enjaulado que sus propias víctimas.

the room 4Y llega la segunda parte, con un plano general que se precipita, que en ese momento resulta tan irreal como esas imágenes ficticias de la televisión. Y casi sin transición, pasamos a otro encierro, esta vez no solamente físico, sino también psicológico, de silencios que no se pueden rellenar con conversación alguna porque ninguna se puede ni rozar. Del pasado hay que correr un tupido velo, el futuro, de momento aparece inalcanzable, y el presente es el que es, con el constante temor de herir cualquier sensibilidad, a todas luces comprensible. Miradas que no se buscan, cuya razón entiendes pero no compartes, juguetes que no son los propios, años perdidos con el mayor espanto, que han dejado honda huella, por supuesto que sí. ¿Qué han hecho tus amigas en todos estos años? Nada, no han hecho nada…El horror, ese máximo horror de soportar en cautividad 365 días, un día, más un día, más un año, más otro año….hasta completar aproximadamente 2.500 días. Imaginen, ¿qué hicieron ustedes en sus últimos siete años? ¿Cambiaron de trabajo? ¿Se divorciaron? ¿Viajaron a Oriente, a Marruecos, se mudaron de piso o de ciudad? ¿Hicieron nuevos amigos, se pelearon con los viejos, enfermaron, despidieron a sus mayores, se iniciaron en el deporte…? Y evidentemente surge el síndrome del amnistiado a cadena perpetua, esas ganas de darse la vuelta al nido caliente y seguro, siempre y cuando no toque un corte en la luz, claro; esa desazón consigue revolverte las tripas todavía más que la primera parte de la obra.

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Tampoco el realizador se olvida de la carroña, de los medios de comunicación intentando sacar tajada del morbo del suceso, metiendo cizaña e incluso haciendo que se desbarate esa mujer que ya ha sufrido hasta donde ni siquiera podemos imaginar. Y no huye del suspense, incluso del ralentí, cuando la situación lo requiere, fundiéndose la incertidumbre con la acción, sin presuntuosidad. También nos gustaría destacar por acertado la falta de abuso del sentimentalismo, a pesar de que podría haberse caído en la tentación, lo que se agradece.  En cuanto a las interpretaciones, si individualmente Brie Larson y Jacob Tremblay destacan en ese estado de desconcierto y desesperación, conjuntamente llegan a formar una pareja que en su unión, comprensión mutua, afinidad y sintonía resulta difícilmente olvidable. El papel le ha hecho conseguir a Larson el Oscar a la Mejor Actriz Protagonista, a pesar de competir con figuras ya internacionalmente muy reconocidas, como Cate Blanchett o Charlot Rampling. Por su parte, la banda sonora resulta muy sobria, escasa y acorde con el contenido del film.

El guion, magnífico, recurre a un final de retorno muy inteligente que pretende cerrar el círculo, con un final amable, aunque con una clausura que no acabamos de creernos, y por ello también nosotros deseamos terminar esta crítica con un final de retorno , con el propio título con la que la hemos iniciado: “Y después que…”.

Tráiler:

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